lunes, 13 de noviembre de 2017

EL LEGADO DE FRANZ

Viktor va a sentarse en su viejo sillón con una sonrisa socarrona entre los labios. Pone la llave del armario bajo el almohadón. Está seguro de haber tenido una brillante idea. No va a permitir que su nieto Gregorio se salga con la suya. Franz fue su amigo en aquellos viejos tiempos de su Praga natal, y él no está dispuesto a traicionarlo.

Respira con dificultad. Cualquier esfuerzo, cualquier ansiedad, lo dejan agotado. Sabe que le queda poco tiempo, pero no va a ceder.

Voces. La puerta de entrada  se cierra, la luz del corredor  se enciende.

Algo estremecido pero alerta, resuelve hacerse el dormido. Quiere saber qué hablan su hija  y su nieto.

Deja a tu abuelo tranquilo, por favor. No lo mortifiques más. Ya ha sufrido mucho. ¿Qué apuro hay?

No es personal. Él cree que quiero  sacar provecho. Eso me da rabia. Pero el Museo de Kafka en Praga está esperando nuestras noticias. Esto es algo grande a lo que el mundo entero tiene derecho, ¿no te parece?

Te conozco y sé que no es interés económico, pero hay otro tipo de interés, creo. Todavía no es tuyo, ¿por qué hablar tan pronto de algo que no te pertenece?

Entonces, ¿no vas a ayudarme a convencerlo?

La madre se encoge de hombros sin responder, y va  a la cocina a preparar la comida.

Abuelo, ¿podemos hablar?

Te escucho.

Yo sé que Franz fue tu amigo del alma y que las cartas que te escribió desde Austria responden a eso; pero hoy, tu amigo Franz es Kafka, uno de los más grandes escritores de nuestro tiempo. Pertenece al mundo. No hay por qué privar a la humanidad de un material tan rico que serviría para aclarar muchas cosas de su biografía, además del valor literario intrínseco.

―Trato de enseñarte a comportarte, pero parece que tu cabeza es mucho más dura de lo esperable. Te lo dije, son cartas personales. Franz me confío algunas cosas muy privadas relativas a sus sentimientos por Milena. Ahora te pregunto, ¿venderías o dejarías exponer lo que tu mejor amigo te confía, sólo porque  es famoso?

―¡Pero hay límites para todo!

―¡Mira quién habla!

―¡Ninguno vive ya! ¿Qué mal puede hacerle a sus cenizas que se conozcan los sentimientos relativos a una mujer que todos sabemos que amó?

―Y si todos lo saben, ¿por qué necesitan chismear? ¿Qué quieren decir para vos palabras como respeto, confidencia, privacidad? Los jóvenes de hoy, ¿no pueden guardar un secreto? ¿Necesitan vomitarlo todo, contarlo todo?

―La privacidad  se ha perdido en estos tiempos globalizados, abuelo; y tu Franz está muerto hace muchos años. ¿Está claro? ¡Franz Kafka murió hace muchos, muchos años!

Gregorio calla de golpe. Acaba de herir a su abuelo en lo más profundo del alma. Avergonzado, se muerde los labios y lo mira.
Viktor no llora, tampoco responde. Se vuelve sobre sí mismo.
*
Meses después Viktor muere sentado en su sillón. Gregorio, acaso dolido por su propio comportamiento, intenta no mencionar el legado de Franz a su madre. Trata de no pensar en ello, pero por las noches rumia las palabras del abuelo, sin terminar de aceptarlas.

Ella anda por la casa como una sombra. Todavía no tiene  fuerzas suficientes para ordenar el cuarto del anciano, revisar la ropa, ver qué hay para donar, rescatar algún recuerdo de infancia.

Un día mira el sillón como por  primera vez, y piensa «ha tomado la forma de papá y el tapizado está todo gastado. Es hora de empezar».

Llama un tapicero, y  comienza a revisar la habitación de su padre. Pero no puede abrir el armario. La llave se ha perdido.

Decide traer un cerrajero a la casa, en el momento en el que el  empleado  que  carga el sillón, dice:

―Señora, encontré esta llave entre el brazo y el asiento, -y se la entrega.

El joven Gregorio sonríe. Es su turno: hará lo que quiere hacer.

Abre el armario con cierta emoción. En sus manos todavía tiembla alguna duda.

Saca los trajes y camisas para ver bien. Las cartas no están allí. Tampoco en los estantes.
De pronto, descubre que uno de los cajones tiene doble fondo. Lo desarma con cuidado.

Entre  dos tablas de  madera, un nido de cucarachas se hace un festín con los restos de papel del legado de Franz.