viernes, 13 de octubre de 2017

TICIO



«Era más que un simple robot, era más que cualquiera de sus amigos y compañeros no sólo por su fuerza o su tamaño, y ella iba  a ayudarlo a salir al mundo, a brillar como le correspondía.» Así iba pensando Ema sobre su novio, al salir de la joyería donde habían encargado las alianzas para su boda.

Bromeó con el joyero por la diferencia de tamaño de los anillos. A ella no le importa. Ama a Ticio y Ticio la ama. ¿Qué más?
Apura el paso. Su querido “super-robot”, “grandote”, “forzudo”, “monstruo”, “fenómeno de circo”  como lo apodan sus compañeros  con una sonrisa que habla más de incomprensión que de burla, la espera en una esquina cerca de su casa.


A Ticio no le gustan los lugares públicos porque siempre hay quien lo mira  y hace comentarios en voz baja. Él es quietud tensa que controla su fuerza. Sabe que esa es su característica esencial y le teme. De Ema quiere su vivacidad, su frescura. «Ella no hiere», se dice, mientras el recuerdo de su madre le hace temblar las sienes y la frente.


Ema camina y recuerda.
Cuando se conocieron, los amigos de él hicieron una  fiesta y la recibieron entusiasmados. Sin embargo había siempre una línea de resquemor que Ema no sabía interpretar.
Un día Andrés le dijo que quería hablarle. Con Ticio se conocían desde la infancia y “super-robot” fue su defensor ante los compañeros de escuela cada vez que hizo falta. Andrés relataba situaciones risueñas y exageraba otras. Dijo,por ejemplo, que su amigo había arrancado un árbol de raíz para hacer leña, y no era cierto.  Pero otras cosas sí lo eran. Contó que  se convirtió en  una suerte de operario ad-honorem de la escuela por haber retorcido las rejas de una ventana en un ataque de rabia. Los maestros, entonces, decidieron que lo mejor era que descargara su excesiva energía arreglando lo que hiciera falta. Las compañeras contaban con él para que llevara mochilas, carpas y demás enseres  para los campamentos de verano y muchas historias más. Después de escuchar atentamente un rico anecdotario, Ema preguntó por qué la había llamado. Andrés se puso serio y le dijo:
Hay  un tema que no debes tocar jamás: su padre. No se llevaba bien con su madre, aunque nunca la lastimó ni le hizo daño, pero la última vez que le preguntó por su padre, ella, poniendo los ojos en blanco, le contestó, « te lo he dicho siempre, créeme, tu padre es un dios, y los dioses no se quedan mucho tiempo entre los humanos. Somos muy poca cosa para ellos». Entonces Ticio gritó con tanta furia que todo el barrio lo oyó. Entró al gallinero y retorció el pescuezo de varias gallinas hasta que se calmó. Lo  increíble fue que la madre repartió las gallinas muertas por toda la vecindad como si se tratara de una ceremonia, y en todas las casas contó que le había dicho la verdad sobre su padre, y eso lo había enojado. Mi madre piensa que esa mujer estaba loca.
¿Y todos comieron puchero de gallina gracias a Ticio? ―preguntó Ema, riendo.
No lo tomes a la ligera. Ticio es un pan de dios, pero tocar el tema del padre con él, es peligroso.
Lo tendré en cuenta, dijo ella todavía burlándose. ¿Su novio, peligroso? Siempre la ha tratado con un cuidado y una delicadeza casi desconocidos entre los hombres considerados normales.

Ticio espera inmóvil. El recuerdo de su madre se aleja. Disfruta del sol en la cara. El pasado ha quedado definitivamente atrás.

Ema camina y sueña.
Imagina una casa llena de niños grandes y fuertes como su padre.
Ríe feliz y corre entusiasmada a su encuentro.
Se abrazan, se besan. Ella abre la cartera y muestra los anillos.
Él sonríe desde su altura. Ema, cegada por su propia historia de amor,  exclama:
―¡Es hora de que salgas de la oscuridad, pareces un semi-dios!

Un alarido de cientos de bocinas que suenan al unísono sin interrupción, sube desde el horror de gente que no sabe qué hacer ante un gigante que en plena calle le retuerce el cuello a una mujer como si fuera una gallina.


Hoy, Ticio, Super-Robot, Monstruo, Fenómeno de Circo es condenado como un hombre.