sábado, 23 de marzo de 2024

O QUE E, O QUE E

 


                                                                     A la memoria de Uri Ruiz,

                                                                     A la de Federico Tomé,

                                                 y a mis hermanos Mónica y Miguel.


                                                 O Que E, O Que E

 

 

Apesadumbrada, desconcertada, triste. No entiende lo que le pasa. Lleva en sus manos una cajita con las cenizas de su compañero de vida. Y ahora, ¿qué? No más su voz, no más sus pasos, no más sus rezongos. Un vacío a su alrededor. Eso es todo.

Al llegar a la plaza, se sienta a la mesa de un café sin saber bien por qué. Acaso el sol, o la frescura del aire. Tal vez no querer llegar a casa. Está muy lejos de sí misma. Porque el camarero se acercó y preguntó, pidió un café. Una escena automática: se acerca un camarero y quien está a la mesa dice «un café, por favor». No hay necesidad de pensar.

En la plaza, dos o tres músicos brasileros se ganan el día. Oye: «…é un soplo do Creador…». María Bethania la empuja a su infancia. Todavía oye la voz de su madre callándola cuando toda la familia cantaba a coro y ella era la única que desafinaba. « Saraaa…». Dejó de cantar hasta en la ducha.

Siguió escuchando :«Viver, e n~ao ter vergonha  de ser feliz/ cantar a beleza de ser  un eterno aprendiz/ Eu sei que a vida devia ser  bem melhor, e será/ mais é bonita, e é bonita».

Algo como despertar a un amanecer, la lleva a ponerse de pie, y sigue a los músicos cantando: «mais é bonita, e é bonita».

«Vamos  viejo, a cantar otra vez!»

(246 palbs con el título)


lunes, 12 de febrero de 2024

RAYOS Y CENTELLAS O EL ALMA DIVIDIDA

 


RAYOS Y CENTELLAS O EL ALMA DIVIDIDA

 

 

«¿Estoy muerto? ¿Dónde estaré? ¿Qué son esas paredes con reflejos hirientes como espejos en los que no me veo pero hay sombras, sombras conocidas…»

Mi pobre muchacho, mi querido piel de Judas…

Tranquilícese señora, ha sido un shock muy fuerte pero saldrá adelante, ya verá. ¿Es usted la madre?

Como si lo fuera. Yo lo he criado; siempre fui su niñera a mucha honra, y volveré a serlo si sale de esta.

No es para tanto, es un hombre fuerte. Pero quisiera  preguntarle algunas cosas.

Doctor, lo conozco desde que le cambiaba los pañales.

«Ubaldina…ama Ubaldina, entonces, ¿no estoy muerto?»

Esa cicatriz que tiene a lo largo de la columna, ¿fue algún accidente?

Fue lo mismo que ahora. Es como si todos los rayos del cielo  la tuvieran con él. Tendría ocho años. Sus padres tuvieron que viajar por la muerte del abuelo y lo dejaron conmigo. ¡Era tan travieso!

«Yo también me acuerdo. Fue cuando en una siesta entré al gallinero y con una pajita larga, cada vez que la gallina copetona iba aponer un huevo, yo lo golpeaba un poco y la gallina volvía a absorberlo. Ja, ja, a la tercera vez la gallina me corrió a picotazos. También quise arrancarle los bigotes al gato, pero me rasguñó de arriba abajo. Nunca más me dejó acercarme.»

¿Sabe lo que me hizo una vez? Para entretenerlo de di un cartoncito y un frasco y le enseñé a juntar las hormigas que querían comerse mi rosal y pasarlas al frasco. Estuvo largo rato tranquilo, pero  esa noche  no encontró nada mejor que volcar el frasco lleno de hormigas en mi colchón. Ya se imagina… Así fue como una tarde de truenos y refucilos se me escapó descalzo bajo la lluvia. ¡Ahí tiene usted la firma del rayo! Ya no volvió a ser el mismo.

¿En qué sentido?

«Ah, doctorcito inexperto, si pudiera hablar, yo mismo te lo contaría. ¿Es posible que no conozcas la expresión “que te parta un rayo”? Pues el rayo me partió para siempre. No sólo travieso, malo. Y lo peor es que al rato era un ser sufriente y lloroso por lo que había hecho.  A Martita, la compañera de primaria graciosa, juguetona que se sentaba delante de mí, un día en un descuido de la maestra le corte una de sus trenzas. ¡Pobrecita! Su desesperación y su llanto se metieron en mi alma. Estaba sintiendo todo lo que ella sentía. No podía evitarlo. Era  como si una corriente eléctrica corriera por mi espalda. Empecé a pensar que el mal que hacía era para sentir el dolor del otro. Aunque no por eso dejaba de hacerlo.»

De pronto se ponía a temblar y todos temíamos sus convulsiones que también las hubo, pero muchas veces esos temblores lo llevaban a hacer alguna fechoría como un sonámbulo. Y sin embargo era muy inteligente. Siempre las mejores notas, la universidad coronada en tres años con un Cum Laude en su tesis, aunque le prohibieron participar de los festejos porque según creo el día anterior hizo alguna de la suyas al rector. Parece que fue una gran humillación para el pobre hombre, y a mi niño casi le quitan el título.

Pero ahora quiero preguntar yo: ¿por qué a él solo?  A ningún otro pasajero le pasó absolutamente nada, y el avión llegó intacto.

Estamos investigando. Es posible que las descargas eléctricas  del primer rayo hayan atraído las centellas que rodearon el avión.

Venga, vea estas imágenes de su espalda: ésta es la cicatriz del primer rayo, y aquí arriba, como una nube envolvente, empiezan a aparecer las marcas de las centellas formando como un techo sobre la otra cicatriz. Todavía no sabemos el efecto que causarán en el organismo. Lo tendremos en observación durante unos días antes de darle el alta.

 «Mi fiel ama Ubaldina, cuánto tiempo sin visitarte, sin saber de ti. En cambio tú has estado para mí desde el primer instante. Te oí y me ayudaste a recordar; sentí tu mano en la mía  y empecé a darme cuenta de que las centellas me hicieron un favor.

 

Querido doctor, si me tienes un poco de paciencia –aunque sé que no soy quién para pretenderla- te podré contar yo mismo desde lo profundo de mi corazón y de mis vísceras los efectos de las centellas. Se terminaron temblores, convulsiones y fechorías para tratar de sentir lo que sentían los otros. El rayo que me dejó la espalda y el alma partidas en dos, ha recibido las centellas que se apoyan sobre él y las une. Lentamente la sangre comienza a tejer y a unir mis caminos diestros y siniestros. Dijiste “como un techo”. Te corrijo, lo que ahora se ha formado en mi espalda es una T. Creo que es la T del tiempo que cura a través de un renacimiento. Ya no necesitaré dañar para sentir a los otros. Mañana, acaso pasado cuando pueda hablar, les daré las gracias a ambos cuyas palabras me sirvieron para comprender, cuyas voces me envolvieron como centellas amables alejando los truenos del terror. Mi vida ha comenzado hoy.»

(860 plbs. Con el título)


martes, 9 de enero de 2024

LA PIEDRA NEGRA

 






LA PIEDRA NEGRA

 

Apenas terminado el Gran Diluvio que desapareció un mundo, en las últimas gotas que  brillaban en el aire, rayos de luz se apresuraron a refractarse, para formar el Arco de la Alianza donde brillaran los pensamientos y sentimientos de los hombres transformados por los dioses en los colores del mundo.

Hubo  sin embargo un rayo que se desvió hacia una piedra negra brillante de humedad, y atrapado en ella quedó.

Variaron los marrones de la tierra y los grises de los guijarros donde se alojaron plantas, arbustos, árboles teñidos de todos los verdes de serenidad que buscaron y amaron pájaros y animales.

Crecieron los amarillos, rojos y naranjas que nacían de las alegrías y las fuerzas apasionadas. El azul se oscureció en el cielo para dejar ver las estrellas  y la luna; y se suavizó a la luz del sol para reflejarse en los mares.

Entre tanto, la piedra negra crecía como si quisiera hacerse árbol. Cada vez que las nubes del miedo, la duda, el odio, la desesperación, la pena, los crímenes o la venganza se apoderaban de la cabeza y el corazón de los hombres, la piedra crecía, crecía.

El mundo la contemplaba con temor reverencial sin saber qué hacer con ella. Sin entenderla, sin  conmoverse.

Pero una vez, en el momento exacto en el que la noche se aparta,  la piedra se abrió rugiendo su dolor. De ella escapó un prístino rayo de luz creando para siempre la blancura del alba.

 

(249plbs. con el título)

domingo, 10 de diciembre de 2023

EL APRENDIZAJE DE MERLINA

 


EL APRENDIZAJE DE MERLINA

 

—Pero, ¿dónde puse la sal y las hierbas, por Dios?

«Albahaca y Cedrón,

Tomillo y Laurel,

El Niño se duerme al amanecer»*

Ah, aquí están, delante de mis narices. ¿Cómo no las veía?

La madre de Merlina se afana en la cocina y parece no ver nada de lo que tiene ante los ojos. De pronto reacciona:

—¡Merlina, otra vez! Deja tus jueguitos de magia y tiende la mesa que se hace tarde.

Merlina ríe detrás de la puerta de la cocina. Le basta mirar fijamente cualquier objeto  que su madre busca, para desaparecerlo de su vista; y luego decir media canción para que lo vuelva a ver.

En la escuela se aburre y se duerme durante la mayoría de las materias. Dice que en cuanto la maestra toma la tiza,  todo lo que escribe en el pizarrón  muere.  Tanto se han quejado los maestros de sus siestas en medio de la clase, y tanto se ha quejado Merlina de sus maestros, que han llegado a un acuerdo: Merlina cumplirá con la escolaridad básica mientras estudia magia e ilusionismo. Su madre la anima  pensando que el día de mañana sus habilidades innatas le servirán para ganarse la vida. La imagina en un escenario sacando conejos de una galera,  con un pañuelo que convierte en palomas, o rescatando anillos perdidos de atrás de la oreja de un espectador desprevenido.

Para la niña todo es juego. Dedica la mayor parte del día a practicar con el perro del vecino haciendo aparecer una pelota que el perro persigue, pero que desaparece en cuanto está por alcanzarla. Nadie espera más de una criatura de once años.

Este mediodía, Merlina sale a comprar el pan. Al pasar por la puerta de la iglesia ve una familia de mendigos. Tres niños desnutridos  miran tristes y expectantes. Merlina cree que les gustaría jugar con ella, que ven el mundo como ella lo ve. Hace aparecer una mesa llena de manjares. Los niños se abalanzan. Uno toma un plato con un pollo entero que desaparece en cuanto lo toca. Otro quiere morder un pastel y se encuentra con un guijarro en la boca. El tercero llora. Levantan la mirada hacia Merlina. Ahora  ve desilusión,  angustia, y un  reproche feroz.  

No puede soportarlo.

Corre, corre ciega de llanto, perseguida por los latigazos de la vergüenza, gritando «ay, ay, ay», doblándose como si fuera a vomitar. Trepa la sierra hasta tropezar con una piedra y caer sobre ella. Le parece que un rayo la atraviesa, o tal vez   sale de su pecho. No lo sabe. Se desmaya.

Está caminando descalza por el barro. Es agradable, suave, dan ganas de seguir. De pronto es un pantano y se hunde. Tiene que agarrarse de unos juncos y hacer un gran esfuerzo para salir. Está muy cansada. Busca el tronco de un árbol y se reclina acariciando el pasto. Dormir, dormir. Es tan bueno dormir… Sin embargo, bajo sus párpados se cruzan luces que  entretejen colores como un gran poncho sobre el cielo. El esfuerzo para salir del sueño es mucho mayor que el de salir del barro, pero lo consigue. Por el horizonte sube una luna llena. Es un cielo distinto al de su casa. Al fin brota un alarido largo, doliente, hasta dejarla sin aire, y luego oye una voz portentosa: «A mí no puedes engañarme». Ahora, la gran oscuridad.

 

El perro del vecino rasca su puerta y ladra, ladra. Ella se da cuenta de que se ha dormido frente al televisor. Es tarde, oscurece. Llama a Merlina. No hay respuesta. La busca. No está en casa. ¿Cómo es posible que no haya vuelto aún? Busca al vecino.

¿Ha visto a Merlina? Su perro parece querer jugar.

No. Creí que estaban juntos como todas las tardes.

La mujer corre de una punta a la otra de la calle llamando  con gritos cada vez más desesperados a medida  que se va la luz. El vecino la acompaña  en la búsqueda.  El perro  corre sierra arriba. Tras él su dueño, y tras su dueño la madre. La encuentra y empieza a lamerle la cara, con una pata sobre el pecho de la niña trata de darle calor. La bajan en brazos. Llega el médico.

Déjela descansar bien abrigada. No la despierte. Está en shock. No sabemos por qué. Tenga paciencia. Tal vez al despertar recuerde, y nos pueda decir qué pasó. No es seguro. Puede olvidarlo todo por años.

Son días de silencio. Se turnan para cuidarla. El perro no se mueve de su lado. La madre camina por la casa murmurando: « por favor despierta, escóndeme la sal, que los cubiertos vuelen y que mi ropa salga sola del armario y se desparrame por el piso; lo que quieras, pero despierta, por favor.»

Por fin, Merlina abre los ojos. El perro avisa a los ladridos. La madre deja entrar el sol.

¿Un poco de sopa?

Una mirada viva, luminosa, lo dice todo.

Cuando vuelve con la bandeja, Merlina está de pie ante la ventana.

 « Ha crecido», piensa.

No más magia de mentiras, mami. Terminaremos comiendo aire. Queremos una vida de veras, ¿no es cierto? Trabajaré para  la magia de la  verdad.

Y tras unas cucharadas de sopa vuelve su risa infantil:

Nunca más te desaparecerá la sal.

*De la Misa Criolla de Ariel Ramirez

 (883 palabras con el t´titulo)


domingo, 5 de noviembre de 2023

DEL DICHO AL HECHO...

                                    

                                   DEL DICHO AL HECHO…

 

Arriba! Al que madruga, Dios lo ayuda.

No por mucho madrugar, amanece más temprano.

Quien mucho duerme, poco aprende.

Más vale tarde que nunca.

No hay peor sordo que el que no quiere oír.

Gota a gota, el mar se agota.

No hay atajo sin trabajo.

Pero la excepción hace la regla.

---Una golondrina no hace verano.

Quien mucho abarca, poco aprieta.

Dios aprieta pero no ahorca.

El diablo sabe por Diablo, pero más sabe por viejo.

El que espera, desespera.

Y el que busca, encuentra.

A palabras necias, oídos sordos.

Por la boca muere el pez.

Pero el pez grande se come al chico.

A mala vida, mala muerte.

La intención es lo que vale.

Hacete amigo del juez, no le des de qué quejarse, que siempre es bueno tener palenque and¨ir a rascarse.

De tal palo, tal astilla.

La lengua, castigo del cuerpo.

A palabras necias, oídos sordos.

No hay mal que por bien no venga.

Del árbol caído, todos hacen leña.

En la cancha se ven los pingos.

Nunca es tarde cuando la dicha es buena.

Adiós, si te he visto, no me acuerdo.

—¡Adiós, adiós!. Cantaré, cantaré, que quien canta, su mal espanta.

 

(198 palabras)

jueves, 12 de octubre de 2023

ALICIA Y EL PRÍNCIPE

 



Claro que no era un príncipe. Fue el sobrenombre que le puso su madre extasiada ante la belleza de su niño. Por lo demás fue hijo único y al decir de todos, incluidos sus padres, un poco tonto. Pero como los príncipes suelen ser un poco tontos, el sobrenombre quedó.

De Alicia no sabemos nada. Posiblemente  no fuera ese su nombre. Hacía mucho tiempo que había perdido los dientes y su habla era tan confusa que se la suponía extranjera. Era alta, de una gran estructura ósea, su cabello parecía castaño, aunque no podía saberse cuál era su color original. Paraba en una esquina de la manzana en la que vivía el príncipe, y a nadie le gustaba su presencia,  aunque todo se reducía a comentarios por lo bajo, puertas adentro y entre suspiros, y alguna vez un llamado a la seguridad social que la buscaba y la llevaba a bañarse y dormir en un refugio del que ella escapaba al día siguiente. Y volvía a su esquina. No elegía otra. No cambiaba de barrio ni en invierno ni en verano. No era una pordiosera en el sentido estricto. Ella no pedía nada. Pedían mucho más los vecinos que querían que se fuera de allí. De todos modos siempre la señorita Culpa andaba rondando  almas que deslizaban un billete de poco valor a sus pies al salir de la misa dominical, sin mirarla y murmurando un «Dios la perdone». A veces los camareros del café  más cercano le alcanzaban las sobras de alguna comida. Tenía dos bultos de cosas que había hallado aquí y allá y que cuidaba como tesoros.

Un día el príncipe, de la mano de su madre, la había visto  con los pechos al aire lavándose con un pañuelo mojado. Y otro, a esos horarios en los que no hay gente en la calle, la vieron esconderse entre dos autos para orinar.

¡Qué asco! murmuró la señora mientras disimulaba ver lo que miraba.

¿Qué cosa, mamá? preguntó el niño.

¡Chico tonto! Las personas no somos animales, no hacemos nuestras necesidades  en la calle a la vista de todos. Debe estar loca.

¿ Y por qué los locos no van al baño del bar?

Porque no los dejan entrar, son solo para los clientes. No pueden permitir que una persona como esa mujer lleve suciedad y vaya a saber qué pestes a sus locales.

Y nosotros, ¿por qué no le prestamos nuestro baño?

Pero, ¡¿te has vuelto loco?! Yo no voy a exponer a mi príncipe a quien sabe qué enfermedades. Además, ¿si la dejo entrar  a mi casa y nos roba?

¿No me dijiste que los mayores ladrones eran los ricos que nos robaban a todos?

¡Ah, por favor! No entiendes nada, tonto. Al menos trata de aprender a leer y escribir, y deja que los adultos nos ocupemos de nuestras cosas.

El príncipe tratando de aprender a leer y escribir, anotaba palabras que le llamaban la atención, muy especialmente aquellas relacionadas con Alicia. Por ejemplo: «No es como nosotros. Quién sabe de dónde vino. Está sola porque quiere. No acepta la ayuda social. Habla sola. Quién sabe qué traumas… A veces más que loco te hacen malo. Hay que tener cuidado con la enfermedad. Uno quisiera ayudar, pero no te dejan. Desmerece el barrio…Hay que llamar a la policía.»

No le permitían andar solo en la calle, pero a veces al salir de la escuela corría hasta la esquina para verla. En una ocasión llegó a sentarse a su lado. Apenas lo vio su madre, lo sacó a los golpes. Alicia le sonreía, guiñaba un ojo o le sacaba la lengua mostrando su boca desdentada. El príncipe se asustaba muchísimo y salía corriendo. Ella  reía.

Un día, Alicia con sus bultos desapareció de la esquina y no volvió más.

Todo el barrio respiró aliviado.

Él, en cambio  iba cada vez más seguido  como quien espera, como quien busca algo.

Una noche tuvo fiebre  y  repitió inquieto: «No es como nosotros. Habla sola. A veces loco, a veces malo. Cuidado con la enfermedad…»

Al despertar, preguntó:

Y ahora,  ¿Quién va a ser el loco? ¿Quién va a ser el malo? ¿Quién va a vivir en la esquina para que nosotros podamos seguir siendo como nosotros?

Sus padres decidieron internar al pobre tonto.


viernes, 29 de septiembre de 2023

EL FALSO TINTERO

 








La propuesta del Tintero de Oro para el mes de Septiembre de 2023 es un mágico tintero que ofrece poner por escrito el deseo de quien se lo pida, pero que en letra chica avisa que hay un precio a pagar. En la consigna, quien da con el tintero debe ser un escritor en un momento de silencio creativo. Muchos compañeros tomaron la idea de la tentación de Fausto y el contrato que hace con Mefistófeles. Otros, en cambio han encontrado diversas y excelentes vueltas de tuerca. Aunque no he podido entrar a comentar, felicito a todos y les dejo a último momento otra posibilidad. Saludos.




EL FALSO TINTERO

¿Qué es más estimulante que la luz?

                                            La conversación”

                                                                       J.W.Goethe

 

 

Está enojado. Enojado consigo mismo. Una cosa es saber que a uno le queda poco tiempo de vida, y otra muy distinta es no poder terminar lo que se tiene entre manos.

El escritor de más de noventa años, perfectamente lúcido, no puede dejar de fastidiarse ante cada una de las limitaciones que la vejez le ha ido trayendo. Ve poco y mal, se cansa leyendo, el ordenador le ha complicado la vida más que solucionársela. Las manos le tiemblan, el oído lo engaña, las piernas lo sostienen pocos minutos y los pies se arrastran al caminar; pero él quisiera terminar esa última novela, que no venga nadie a completarla y hacerle decir lo que él no habría querido decir nunca.

Sentado en el café próximo a su casa, pide el periódico para distraerse, para poder protestar contra los otros, los políticos, los ladrones, los padres, los hijos, los  médicos, los conductores, los maestros y el mundo que cabe en el papel. De pronto, doblemente encuadrada en líneas muy negras encuentra una publicidad llamativa: «El Tintero de oro. Pídeme lo que quieras y lo verás por escrito». Y en letra más pequeña: « precio acorde a tu talento».

Hace muchos días que nada le arranca una sonrisa. «Hay que aceptar que es un buen vendedor», piensa, «sabe acicatear el ego». Pero hay un inconveniente: él puede dictar, sin embargo le costará mucho controlar lo que se escriba. Hace una cita. Oye una voz  joven, algo pretenciosa. Pide que ese «tintero de oro» le lleve algo escrito para conocer su estilo, ver hasta donde podrá confiar. Espera.

 

Javier está exultante, seguro de que por fin le ha tocado la lotería. Tamaño escritor lo llama para dictarle su última obra.

¿Su precio? ha preguntado. Él, envalentonado por la fama del autor, no ha titubeado en pasar una cifra con la que se cree a salvo de todo.

Al otro lado de la línea hubo un silencio, una suerte de sobresalto y luego el pedido de una página de su autoría.

¿Qué llevar? ¿Qué elegir de esa carpeta caótica y sin fechas donde va sumando páginas sueltas en la esperanza de que sirvan algún día? Lo mejor será llevar todo y dejar que el gran escritor elija.

Hace una semana que Javier a gatas come y a ratas duerme. El encuentro fue difícil, educado pero distante con muchos «Ah, Hmm, Ajá» de parte del escritor, y de la suya miles de palabras apresuradas, nerviosas tratando de mostrar sus conocimientos. Finalmente ha dejado la carpeta sobre una mesa. No puede esperar.

En cambio, el otro, el que está enojado con la vida que se le escapa, se toma su tiempo. Comienza a leer ni bien el joven algo pedante pero apasionado – en cierto modo le recordaba su juventud y sus ambiciones- logró despedirse y partir sin su carpeta.

Lee: Corría la primavera, los pájaros trinaban al amanecer, las flores se abrían multicolores besadas por los rayos del sol…

¡No, no era posible que en pleno siglo XXI alguien escribiera algo tan cursi, tan anticuado, tan fuera de época y de edad…No era una niña de escuela primaria, era un muchacho inmaduro, es verdad, pero con toda la energía de la juventud!

A punto de tirar la carpeta entera en el tacho de residuos, la dejó abierta en la mesa y se fue a dormir.

Más descansado y de mejor humor, al día siguiente volvió a esas hojas de escritura apresurada  casi sin corregir, con la idea de divertirse un rato.

Al mediodía había encontrado algunas perlas. Insistió. No faltaban buenas ideas, faltaba trabajo. Dejó pasar algunos días rumiando un plan  que lo revitalizaba. Por fin, llamó.

Voy a trastocar los términos de su contrato, pero creo que nos convendrá a los dos. Le propongo una comida diaria juntos a mi cargo. Le daré una lista de autores que quiero que lea o vuelva a leer para que los comentemos durante esos encuentros. Una vez por mes traerá lo que haya escrito dispuesto a soportar críticas, tachaduras, exigencias, hasta que aprenda. Quizá llegue a ser un buen escritor. Si muero, usted se compromete como albacea testamentario a que nadie, nadie, ni usted mismo, se atreva a terminar lo que quede inconcluso. Heredará mis derechos de autor y vivirá tranquilo hasta que su obra sea reconocida.

Javier se siente mareado entre la humillación y una propuesta llena de generosidad. No entiende, pero sabe que esto es mucho más que su soñada lotería.

¿ Por qué? ¿Qué gana usted?

En el horror de su estilo, debo confesar que he encontrado ideas francamente originales. Creo que podrá trabajar su talento. Por mi parte, gano mucho más. Gano vitalidad, compañía, tener con quien hablar de lo que me interesa, enojarme con sentido cuando usted lo merezca, y alegrarme con sus progresos. Creo que es un buen precio a cobrar por un tintero de oro.

lunes, 12 de junio de 2023

EL PADRE

Si quieres, acompaña tu relato con esta imagen

 

 






No voy a quedarme. No puedo criar hijos»,dijo llorando mientras hacía un bolso con sus cosas.  Fue un buen compañero. Fiel, trabajador, viajaba mucho por cuestiones de la empresa, pero nunca supe bien  qué hacía. Era muy reservado.  Sin embargo no nos abandonó del todo. Todos estos años se arregló para pagar  nuestras necesidades, tus estudios, tus vacaciones. Eso sí, la manera de hacernos llegar el dinero fue siempre misteriosa. Giros, transferencias desde distintos países con nombres extraños; una o dos veces sobres bajo la puerta. Aún hoy me pregunto cómo hacía. El banco nunca pudo darme datos.  El último saxo, ese que te gusta tanto es su regalo de Navidad.  Ya te lo he dicho, no tengo más que esta foto  del día que nos casamos hace  treinta años.  No, tal vez lo reconocería por la mirada, pero ni eso es seguro. No me tortures más. Ni siquiera sé si vive aquí o en el extranjero. Hasta podría considerarlo muerto si no fuera por esa presencia silenciosa constante en nuestra vida.

Yo lo encontraré. Necesito saber qué quiso decir con ese «no puedo criar hijos».

Tan tozuda como él. Recuerda que todos podemos tener muchas caras.

Yo también. Tomó la foto de sus padres y salió.

                                                                       ***

Tenía su determinación, una foto que nadie reconocía y un nombre por todos olvidado. Habló con primos y parientes, ninguno lo recordaba. Las guías telefónicas del país, los bancos de datos  no lo  registraban. No figuraba como deudor de impuestos, negocios fraudulentos o cosas similares.

Acudió a videntes y tarotistas. Se sumó a sociedades secretas y pasó por variadas ceremonias iniciáticas. Uno o dos gurúes dijeron tener pistas precisas que  resultaron falsas, o en todo caso tardías. Recorrió los países desde los que habían llegado envíos de dinero. Nada parecía acercarle siquiera  una pista.

Una noche de carnaval en Piazza San Marco, rodeada de máscaras, lágrimas de cansancio y desconsuelo brotaron sin control recordando a su madre: «todos podemos tener muchas caras», «o ninguna» se dijo con rabia. Se acercó una máscara. Imposible saber si  hombre o mujer. Hasta la voz sonaba deformada bajo el disfraz. Saludó, invitó, logró saber la causa del llanto, conversó, finalmente ofreció el trabajo perfecto para su búsqueda: integrar  un servicio secreto internacional, ocupado en este momento en averiguar los movimientos de Rusia contra  Ucrania. Su  trabajo consistía en seducir a  un personaje que la máscara  indicó, y fotografiar una lista de nombres que éste guardaba en su poder. Bastaba con dormirlo o desmayarlo.

En lo posible, no hay que matar, pero lleva también esto por si necesitas defenderte, le dijo, entregándole una pistola junto con un minúsculo dispositivo para filmar y grabar.

No quiero la pistola. No sé usarla. ¿Cómo te reconozco después?

Te haré saber dónde entregarlo.

En poco tiempo se convirtió en una espía experimentada  y también ella   usó nombres falsos. Sin embargo, el silencio parecía interminable. Ya no era la joven que buscaba a su padre para reclamar o saber al menos. Era una mujer cuya pregunta inicial la había convertido en un peligro para el mundo.

Aprovechó un período de descanso para revisar expedientes viejos de El Hogar como llamaban al edificio central. Un nombre llevaba a otro en una gigantesca  tela de araña. De pronto descubrió que alguien aparentemente retirado usaba las iniciales de ella alternándolas, mezclando las terminaciones según los países donde había estado. Fue una iluminación.

Visitó ex agentes jubilados, les trajo antiguos casos de la guerra fría con un aparente interés histórico y alguna vez dejaba ver la foto de sus padres.

¿Qué haces con una foto de “El Fantasma”? ¿Lo conoces?

Estaba en un expediente. ¿Por qué lo llama el fantasma?

Todos lo llamábamos así. Nadie lo veía pero siempre estaba. Hasta llegó a decirse que era un agente doble, aunque nunca se pudo probar.

¿Vive?

Creo que sí. Hace siglos que no sé nada. Cuando había alguna misión extremadamente peligrosa, se decía «hay que llamar al fantasma». Es posible que en esta nueva guerra ande metiendo la nariz en algún lado.

Una llamada de El Hogar. Tenía una misión urgente. No pudo seguir preguntando.

Esta vez será matar o morir. En Polonia un disidente ruso que pasó a nuestras filas te contactará y te llevará al agente doble que nos ha hecho la vida imposible en El Hogar todos estos años. Ya sabes, sin dejar rastros.

Se reconocieron  a la primera mirada. Ninguno dijo nada. Él vio el arma de ella pero no aprestó la suya.

¿Quieres beber?

Mejor, no.

Los dos emitieron una suerte de risa.

Una pregunta antes de. . .¿por qué "no puedo criar hijos"?

Lo has aprendido en estos años. La familia es el eslabón más débil. Tampoco la has formado. Lástima, quería que vivieras tu vida.

¿Por qué traicionar?

En un movimiento brusco él sacó el arma y disparó con precisión. La desarmó sin herirla.

Nadie sabe para quién trabaja. Tienes dos minutos para irte, dijo en un tono en el que había advertencia, amenaza, hasta intento de protección.

Obedeció a su padre.

En la calle todo tembló por la explosión de una bomba. Fuego y humo salían del departamento del fantasma.